miércoles, 29 de julio de 2015

La mirada de la ira


Si las miradas matasen… ¿Cuántas veces te han mirado como si te perdonaran la vida? ¿Cuántas veces has querido fulminar a alguien con la mirada?

La ira mueve una gran cantidad de energía y se muestra con gran intensidad, igual que la alegría, pero su efecto es el contrario, a pesar de que también cuenta con un punto de euforia.

La ira prolifera a las mil maravillas cuando sentimos hostilidad, indignación, cólera, enfado, resentimiento, envidia, celos, impotencia, rencor…

La ira nos pone en modo ataque, lo que puede despertar nuestro lado más violento, llegando, en ocasiones, a producir un secuestro emocional, convirtiéndonos así en esclavos de nuestras pasiones.

¿Cómo se manifiesta en ti?

No pretendemos aquí reprimir las emociones, sino entender que cada una tiene su valor y su función, para eso mueven una determinada cantidad de energía.

Imagina una vida sin pasión, sin emociones. Seríamos robots insensibles que se limitan a ejecutar sin sentir, sin avisos que nos alerten de que algo debe cambiar, sin vivir. Las emociones son como las constantes vitales, se muestran con altibajos, dando lugar a la melodía con que resonamos en cada momento.

Calmar la ira que nos embarga es una tarea ardua, requiere esfuerzo por nuestra parte, un grado elevado de consciencia. Todo un arte muy gratificante, cuando se consigue.

Para empezar conviene fijarse en la secuencia de pensamientos sobre los que se basa la ira, pero no para alimentarlos y encontrar razones estupendas que aviven el fuego (la ira es altamente inflamable) sino para poner en tela de juicio las convicciones que nos llevan a ellos y construir así nuestro propio bálsamo.

¿Qué es lo que te hace sentir amenazado?

Cuanto antes prestemos atención a nuestro enfado, más sencillo será reconducir su energía a un camino más productivo, que nos ayude a cambiar de forma asertiva y constructiva aquello que nos molesta.


“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.” – Aristóteles.

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